Tal vez ni Hugo mismo se imaginó salir de su pueblo natal Granada, recorrer el país y el mundo viviendo su vida loca y haciendo negocios, y volver un día, después de mucho tiempo, al lugar en el que su historia comenzó.
Por: Faiber Salazar. - Twitter: @soy_fai
A muy temprana edad decidió que quería trabajar y ganarse su propio dinero. Tuvo un taller de bicicletas, pasó por granero, por revueltería y panadería, pero fracasó. La clave de su éxito fue posiblemente el no rendirse y aventurarse una, y otra, y otra vez en las ideas de negocio que se le metían en la cabeza, y es así como luego de quebrarse en varias oportunidades, empezó a fabricar empaques de carro de manera artesanal, logrando más adelante llevar esta idea a convertirse en la exitosa empresa ‘Empaquetaduras Tamayo Hermanos’.
“Empecé a hacer empaques de carro con dos amigos. El negocio con ellos no sirvió y al año y pico le dije a mi hermano que entrara al negocio. -Tranquilo que yo ya sé hacer empaques y esto lo echamos pa adelante-”, fueron las palabras que Hugo le transmitió a su hermano. “Y con el eche pa adelante, ‘Empaquetaduras Tamayo Hermanos, severa empresa’, recuerda.
“Si uno se pone a matarse mucho, lo que hace es llenarse de plata” fue lo que se dijo a sí mismo algunos meses después de cumplir sus 50 años y a partir de ahí no trabajó más. “No quise trabajar más. A los once meses después de cumplir cincuenta años no abrí la oficina”, y fue ese el primer paso para volver a Granada.
En el año 2011 mientras investigaba sobre el conflicto armado en el municipio, vio en estado de abandono la casa en la que había nacido, en la vereda La Quiebra, y empezó a buscar la manera de comprarla. “Había que abrirla como dicen los campesinos, y construí otra vez en tapia en los mismos cimientos de donde yo nací”, pero allí solo se quedaba ocasionalmente, pues en el casco urbano también tiene su apartamento.
Fue con la cuarentena decretada por la llegada de la pandemia del covid 19 que Hugo se instaló de manera definitiva en ‘Las dos vacas’, nombre que le puso a su finca en honor a su madre, lo que le sirvió para apegarse a la tierra y aprender a cultivar. “La pandemia me dejó encerrado aquí y empecé a cultivar maíz y ya voy en 32 o 33 productos que cosecho”.
Uno de sus deseos era escribir un libro, y muy a su manera, plasmó la historia de su vida hasta los 50 años y, más adelante, contó también la historia de su empresa. Empezó a leer y a capacitarse en periodismo para ser escritor. “Entré a la universidad, pero no pasé del primer semestre. Cogía todas las materias que tenían que ver con periodismo porque yo veía que todo el que escribía pasaba por comunicación social”.
Con más conocimiento del ejercicio de escribir publicó su libro “Lo que el banco se llevó” y continuando cada día su preparación y participando de varios talleres literarios, ha escrito ya otras cuantas obras que han engrandecido su figura de escritor. “Desde el Salón del Nunca Más” y “Dos velorios”, que relatan parte de la historia del conflicto armado en Granada y San Carlos, respectivamente, son sus obras más importantes y le han valido varios logros y reconocimientos, el más significativo quizás, un tercer puesto de un premio de periodismo.
“Con el libro Desde el Salón del Nunca más, mandé una crónica de esas a concurso y gané el tercer puesto, y uno sin haber estudiado periodismo, tener un premio de periodismo un tercer puesto, es como si fuera un nobel”.
Sobre su vida de hoy, que transcurre mayormente en el campo, no se queja y por el contrario pareciera que ya de allá no se devuelve para la ciudad, “la riqueza mía es esto, la casa donde vivir, mi pensioncita… Y aquí se vive bueno, con el 15% de lo que vivía en el año 2000”.
Sentado junto a una mesa en el corredor de ‘Las dos vacas’, señala la parte de su parcela que queda frente a él y dice: "aquí voy a hacer el hueco pa que me entierren" para dejar escapar luego una larga carcajada.