Aunque casi siempre lo vemos en la iglesia amenizando las eucaristías o apoyando en diferentes actividades de la parroquia como la organización de altares y la planeación y desarrollo de eventos de índole religioso, Julián no es, como a veces le dicen que parece, un viejito o un santurrón.
Por: Faiber Salazar.
Twitter: @soy_fai
Como cualquier otro joven de su edad, disfruta de espacios diferentes a la iglesia como recorrer el pueblo, conversar con la gente y dedicar parte de su tiempo a la cultura y el deporte, eso sí, no tanto en la práctica sino más bien apreciando el talento en estos campos.
Julián Mauricio Noreña López, oriundo de la vereda Las Vegas de Granada, hizo su primaria allá en la zona rural y el año pasado terminó el bachillerato. Una anécdota con su etapa de estudiante, y que parece increíble en él, es que perdió un año “perdí dizque sexto. Es que jodía bastante y pendejeaba los profesores, no hacía mayor cosa”, recuerda con una sonrisa maliciosa.
Para él, llevar una vida tranquila no es igual a ser un hombre perezoso y despreocupado de sus responsabilidades y su día a día. Le gusta madrugar y estar disponible en la parroquia por si hay alguna actividad o tarea en la que pueda apoyar.
“Yo madrugo como un verriondo. Me gusta ese tema de madrugar, de ver el amanecer y compartir con la gente, el charlar”.
Ahondando en su pasión por la música y la interpretación de diferentes instrumentos, y que justamente es con lo que se gana la vida, Julián no empezó a cantar o a tocar el piano porque sí. Explica que “viene siendo de herencia. Mi papá era músico, en su tiempo de juventud hizo parte de procesos como la banda de música que se maneja en la casa de la cultura y también tocaba instrumentos”.
Sus primeros pasos en el canto, Julián los dio de la mano de don Adolfo Gómez en el coro infantil cuando corría el año 2015, y a partir de ahí, se fue acrecentando el gusto por diferentes instrumentos y por la interpretación.
“Manejo un poco el piano. De eso vivo, en eso es que me desempeño, en el tema de la música, de amenizar eucaristías, cumpleaños, una serenata, un almuerzo y cositas así”.
Recuerda que fue primero el Padre Jorge Eliecer Montoya quien, cuando estaba de párroco en el municipio, le regaló una organeta viejita para que aprendiera y en la actualidad el Padre Sergio Augusto Botero le ha brindado la oportunidad de seguirse fogueando y de adquirir un nuevo teclado.
“Humildemente canto, le sirvo a Dios y de eso quisiera vivir. El tema de tener sueños grandes y que aspire a cosas muy grandes en la música no, simplemente es estar ahí sirviendo al altar, sirviendo al pueblo, a la comunidad”.
Como cualquier granadino, a Julián lo que más lo enamora de su pueblo es la calidez de su gente y el clima “Granada es una maravilla, hermano. Yo quiero mucho a Granada y creería que soy algo apegado”, finaliza.