Cuando sonaba el timbre del colegio, Alejandra Quiceno cambiaba los cuadernos por barnices.
Por: Maria Londoño.
De fondo se escuchaban las melodías en la emisora estudiantil mezcladas con la algarabía de los estudiantes que durante el descanso disfrutaban del deporte; ella mientras tanto, destapaba sus esmaltes, “me gustaba mucho el tema de las uñas, se las arreglaba a mis amiguitas en el colegio, a las vecinitas de la cuadra”, recuerda. Ella no pensaba en mecatear, “a veces cuando me daban platica, compraba esmaltes baraticos, de quinientos o mil pesos”.
Gracias a la práctica, Alejandra fue adquiriendo destreza en este oficio. “Mi abuelita, al ver que a mi me gustaba mucho, me regaló unos esmaltes más buenitos y me compró una cajita para echar los esmaltecitos”. El voto de confianza de su abuela, fue ese impulso para que su trabajo fuera reconocido, “las amigas de mi mamá ya me empezaron a llamar y también trabajé en la peluquería de mi tía Maidely, y gracias a Dios me iba muy bien”.
Buscando nuevos horizontes, decidió dejar el oficio que le apasionaba desde niña y se fue a la ciudad en busca de mejores oportunidades. En un almacén laboró por varios años, “hasta que dije que ya quería hacer algo por mi propia cuenta, algo que a mí me gustara; montamos una dulcería y a los 3 meses me aburrí y dije, voy a seguir haciendo lo de las uñas que es lo que a mí me gusta”.
Convencida de que su vocación era poner su creatividad al servicio de otras mujeres para que lucieran más bonitas con sus uñas decoradas, “saqué la caja que mi abuelita me había dado, la lavé, saqué todo lo que no servía y con unos ahorritos que tenía compré todo nuevo, y ese día que empecé me llamó una muchacha porque se dio cuenta que otra vez estaba haciendo las uñas, y aquí voy”.
Alejandra menciona que, en su oficio, lo más gratificante es cuando sus clientas creen en su talento, además de que, al momento de hacer domicilios, la hacen sentir como en casa. “Cuando uno va a un lugar y la clienta le dice: tengo las uñas horribles, y les digo no importa, yo vine a arreglar, y cuando veo que después de quince, veinte días, todavía las tienen intactas, eso da fe de que hice bien mi trabajo”.
En su pueblo, del que destaca la tranquilidad y el trato amable de sus coterráneos, se proyecta seguir perfeccionando su labor y así brindarles un excelente servicio a sus clientas.
Las personas que deseen apoyar su talento se pueden contactar al 322 595 23 65.