Mientras amasa la mezcla de buñuelos, don Jesús relata que su día inicia a las 4 de la mañana. Todavía está oscuro cuando llega la buñuelería, luego se desplaza hasta Intercomputo y, al llegar allí, la trabajadora ya ha adelantado parte del proceso que consiste en preparar el queso con la harina, huevos, hacer la mezcla y molerla, para luego disponerse a darle forma a los buñuelos, fritarlos e iniciar con su distribución en las cafeterías alrededor de las 6 de la mañana.
El año 1986, fue testigo de la llegada de don Jesús a Granada, y como buen comerciante se dedicó a la labor que había aprendido en su natal municipio, El Santuario. En la preparación de los buñuelos encontró su pasión, sin dejar de lado el ajedrez, otro de sus amores, y por supuesto a Stella, su esposa.
“A Stella la conocí en la segunda temporada que estuve aquí, vivimos en Urabá y en el 1997 regresamos acá, tenemos tres hijos, muy criados ya”.

El mejor pago para don Jesús al finalizar la jornada es ver a los clientes disfrutar de su producto, “eso le da a uno un orgullo cuando escucha decir que están muy buenos, es un buñuelo que es muy agradable, cuando está caliente es como una golosina”.
Del lugar que adoptó como su patria chica, resalta la amabilidad de la gente, la tranquilidad, el aire puro que se respira, el calor humano. Y menciona sintiéndose uno más, “el granadino siempre ha sido muy hospitalario” y para confirmarlo menciona que se ha sentido muy bien en Granada, tanto que en el tiempo de la violencia decidió quedarse y seguir aportando con su talento al fortalecimiento de las diferentes dinámicas del pueblo.