Por: Jeison A. Giraldo.

La última vez que mi madre pudo salir a la calle, fue el Jueves Santo (6 de abril de 2023) y de ahí en adelante la familia comenzó a sufrir con los continuos lamentos que le producía la enfermedad a ella.

El viernes santo ella comenzó a quejarse y decir que el pie izquierdo en su totalidad le dolía mucho. Lloraba y era un tema bastante deprimente porque los que la acompañábamos era poco lo que podíamos ayudarla, había veces que debía salir para la emisora y dejarla llorando, y eso me partía el alma.

Fueron alrededor de 3 meses los que la familia vivió entre incertidumbre y búsqueda de soluciones, de querer volver ver a Elenita recorrer las calles de Granada, y aunque en ocasiones creíamos que no volvería a ser capaz, lo dejamos en manos del todo poderoso, al que no le queda nada grande.

Para ella fue muy duro, porque es una mujer de muchos compromisos. Es socia de la junta de acción comunal, es integrante de la tercera edad, va a la legión de María cada ocho días y adicional a eso no se pierde toque de campana; si por ella fuera mantuviera en la iglesia permanentemente.

Ella no se podía levantar de la cama porque inmediatamente la agarraba el dolor y tenía que volver a acostarse, estar en reposo era lo único que a ella medio le calmaba el dolor. Pero era un problema si se quedaba más de 5 minutos de pie, entonces imagínense todo ese proceso para ella ir a bañarse, por ejemplo.

Los vecinos me decían: “que pesar de su mamá, anoche lloró mucho. Yo la escuchaba desde mi casa”, y yo por dentro haciendo de tripas corazón. Varias veces me tocó salir a montar bicicleta porque creía que era una carga muy dura para mí, hablo a título personal, porque sé que fue muy duro para todos en la familia.

Un día cualquiera nos tocó salir de urgencia con ella para el hospital, sus ojos se veían muy opacos y los ánimos los tenía por el suelo, hablaba muy suave y despacio. Estuvo toda la tarde en el hospital, pero cuando salimos tenía otro semblante y hasta nos pidió que volviéramos a la casa caminando, porque hacía ya tiempo no podía estar en las calles disfrutando el ambiente de pueblo.

A media cuadra, me dijo que no iba a ser capaz, que le llamara un carromoto, y se comenzó a quejar. Luego llegamos a la casa y pasó algo que va a marcar para siempre mi vida. Hubo un momento en el que se nos desmayó en la acera, cuando ya íbamos a entrar a la casa y la verdad creí que mi madre se había muerto.

Esa escena me marcó, porque incluso después que llegamos a la casa, ella se quedó dormida toda la tarde. Fue tanto el pánico en el que entré, que me tocó acostarme al rincón de ella y cada rato le preguntaba que si se sentía bien.

El circulo más cercano de mis amigos puede dar fe que estuve ausente en los chats y que me costó mucho volver a contestar de buena manera el celular. Después de tantas oraciones y luego de un bloqueo de cadera que se le hizo en el hospital La María de Medellín, mi madre pudo volver a salir a la calle con tranquilidad.

Pero no solamente quería decirles eso, me impacto mucho la forma en que ella sobrellevó la enfermedad. Nunca renegó de Dios, al contrario, en sus continuos lamentos siempre le pedía que le ayudara, y para mi fue un testimonio bonito, porque en mi caso yo hubiera sido muy intolerante.

Agradezco públicamente a todos los que en ese tiempo hicieron sentir importante a mi mamá, porque no hubo ni un solo día que no recibiera visitas y eso me pareció un acto de cariño y de orgullo.