Fue un arrebato, una ocurrencia que se inventó alguien y creo que, mientras lo realizaba por primera vez, no se fueron a imaginar que fuera a impactar tanto. Pero ¿quién sería ese genio al que le debemos tantos regaños? Venga y ¿por qué iban y los vendían en las entradas de los colegios?
Por: Jeison A. Giraldo.
Esta segunda pregunta me la hago porque se generaba un conflicto interno para poder pasarlo luego de que estuviera en el paladar, y había veces que no lo alcanzábamos a comerlo completamente en el recreo, y ahí si comenzaba Cristo a padecer.
El azúcar pegado a un pedazo de panela, que fue estirado durante varias horas, era el sabor que hoy, al leer estas páginas volvemos a recordar.
Los emprendedores de este producto, que por lo regular eran amas de casa, madrugaban al compás de los estudiantes, o casi más temprano que ellos, para ofrecerlos antes de entrar a primera hora de clase.

El caramelo es sinónimo de escuela, de 200 pesos. Seguramente los muchachos de hoy en día no puedan referenciarlo como nosotros los que estamos entre los 30 y 50 años.
Los profesores le halaban las orejas a los estudiantes cuando los veían en clase comiendo caramelo. Ahhhhh pero a ellos se les hacia caramelo la boca, porque es que nadie se puede contener ante semejante exquisitez.
Hace poco monté una historia comiéndome un caramelo en el instagram de Pa_Chocarlos, y se vinieron un mundo de comentarios de seguidores recordando el nombre de la señora que los vendía, y el recuerdo del año al que los devolvía ese sabor, el novio y también la novia que tenía sus besos sabor a caramelo.