Desde hace varias décadas Marisol Giraldo Salazar encontró la manera de sacar a sus hijos adelante por medio de la venta de empanadas, obleas, tortas de chócolo, entre otros comestibles. En ella se ve reflejada la humildad, y con una voz tímida menciona que desde antes de la violencia sacaba sus fritos a vender a la calle, luego se desplazó a la ciudad de Buenaventura y allí también ejercía esta labor.