El auditorio Mariano Ospina Pérez, de la Terminal del Norte de Medellín, estaba preparado con cerca de ciento cincuenta sillas para escuchar la verdad. Las primeras ocho sillas, al fondo y a la derecha, estaban acomodadas de frente al público y eran donde se sentarían los militares que reconocerían su responsabilidad por asesinar inocentes. En la primera fila del público, mirando hacia el estrado, había catorce asientos que tenían unas hojas tamaño carta pegadas en la parte delantera del espaldar, las cuales llevaban impresos los nombres de las personas que nunca las ocuparían: las víctimas identificadas de los “falsos positivos” que enterraron en el cementerio Las Mercedes del municipio de Dabeiba.