Por: Faiber Salazar N.
Twitter: @Soy_Fai
Don Cesar Augusto Giraldo García, nacido entre las veredas El Jardín y La Honda central, sector ‘El Tambo’ como él le llama, se destaca por ser un campesino humilde y alegre, y por ese optimismo envidiable con el que ve la vida. “Nosotros nacimos ahí, después volvimos y volteamos a Santa Ana. Ahora tengo la casita en Santa Ana pero estoy peleando con un trabajaderito pal Roblal. Por ahí tengo una cafeterita sembrada, platanitos, yuca. Correrle al hambre”.
También posee una habilidad especial para crear rimas y cuentos acerca de la actualidad del país y del mundo o de cualquier tema que se le pasa por la cabeza.
“Yo vengo de las cañadas, del centro de la montaña
donde en mi tierra se ve plátano, café y caña
miremos la agricultura, lo bella que es pa nosotros
que nos pone a producir y nos alimenta mucho.
Y el trabajo que invertimos, puede ser hasta muy poco
y hoy en día hablemos del café, que es un gran productor
y miremos el dinero que tiene también buen valor
y nos vamos pa la caña, también lo mismo del plátano
mire como son de ricos en patacones baratos”…
Recita don Cesar antes de ahondar en su gusto por idear historias y continuar hablando de su vida.
“Me encanta, me encanta. No me gusta tener esto como fruto pa vivir sino pal día que otro me toree, tener con que defendérmele”, comenta sobre su capacidad de improvisar y construir relatos, aunque no sabe escribir. “En la cabeza yo los comienzo y los voy actuando. Me gusta poner a volar la mente y me encanta ponerme a sacar un verso de todo. Yo a lo que va pasando, le voy sacando su repertorio”.
‘Malojo’, como también es conocido don Cesar, es un agradecido de la vida a pesar a las dificultades que puedan presentarse en el camino. Ama a su pueblo y a la tierra que le permite obtener su sustento para cada día. “Si la tierra no es sagrada, no hay sagrado nada”, dice llevándose la mano a la cabeza para acomodar su sombrero, y continúa “me siento orgulloso de ser campesino. Me siento bien y me siento feliz. Y si no fuera por la tierra, yo no hubiera levantado siete hijos, y mucha gente me ayudaría por ahí con comidita, pero la mayoría me la conseguí yo”.
Recolectar café, cargar caña y demás labores del campo, las realizó antes trabajar por su cuenta con el café. “Aprendimos muchas cosas y después ya nos pusimos a trabajar de cuenta de nosotros, ya que vimos que el café pagaba y nos pusimos a sembrar. Sembramos oncemil árboles. Tuvimos mucho, mucho café, pero usted sabe que la guerra acabó con todo”, recuerda.
Con sus rimas e historias también hace llevadera la enfermedad que padece desde hace 34 años, la cual le ha provocado la pérdida de parte de sus extremidades. “Este pie es mocho por acá más o menos”, cuenta señalando un poco más abajo de su rodilla izquierda. Luego enseña como el calzado de su pie derecho se puede doblar totalmente hacia arriba por la ausencia de sus dedos y el empeine. Finalmente muestra sus manos, que no solamente se ven maltratadas por el trabajo duro del campo, sino que también revelan la falta de parte de algunos de sus dedos. “Así voleo machete, hago lo que pueda porque ahora ya tengo estos dedos muy sanos”. Lo que si no ha podido quitarle la enfermedad, es la alegría que lleva consigo a todo lado.
Las historias y versos en los que plasma sus vivencias diarias, la fe en Dios y el amor entrañable que profesa por su terruño, son el sello personal de don Cesar, quien ve en el campo la verdadera calidad de vida. “Vuelvan al campo, vayan al campo, insístanle al campo. ¿Que no hay comida? Vamos a arrancar un palo de yuca, vamos a arrancar un gajo de plátanos, vamos a coger una guasquila, un tomate, una mata de cebolla. Allá no hay hambre, en el campo lo que hay es mucha abundancia”, concluye.