Antes que nada quiero reconocer que a raíz de esta columna de opinión, se van a generar muchos comentarios hacia mí, es lo más común. Pero quiero que sepan mis argumentos, no me odien antes de tiempo.
Por: Jeison A. Giraldo – Mazamorro.
Luego de asistir a varios partidos, en los que fui a ver jugar a Nacional, comencé a sentir un amor por el fútbol, y me desenamoré de Nacional. Demoró poco tiempo para poder deshacerme de las prendas que tenía, hasta la camisa Original del Rifle Andrade, uno de los últimos jugadores que quise tanto y que me costó tanto conseguirla, la regalé.
Todas las prendas fueron entregadas una a una a personas que he querido mucho y hoy mientras construyo este texto, no me arrepiento. Estoy tranquilo, muy tranquilo. Luego dejé de seguir al equipo en las redes sociales, también fue un tema teso y creí que pronto se me pasaría.
Una vez, mientras revisaba las actualizaciones de Instagram, había una noticia en la que se habia capturado a un sujeto, no recuerdo la razón, lo cierto es que el hombre estaba esposado y tenía la camisa de Atlético Nacional, me sentí mal pero no por el equipo, sino por él y pensé en lo grande que es el equipo, un espacio en el que cabe todo el mundo.
Y cuando un equipo comienza a ser cosmopolita es bueno, porque el mundo lo quiere. Pero deja de ser una pasión, los estadios se van a llenar de extranjeros sin la mínima idea de saber lo que la hinchada canta, los que hacen el tour en Medellín, van a llenar el estadio de gente con plata que no va a querer el equipo y que se pone la camisa solo por aparentar.
Es así como presento mi carta de renacía, con nostalgia por todo lo que Nacional me enseñó, por todo lo que aprendí mientras seguí el equipo. Hoy soy hincha del fútbol, del buen fútbol solamente.