Viernes, 03 2024 May

Su rostro refleja la humildad y sencillez que caracteriza a Carmencita Piedrahíta, el brillo en sus ojos irradia la pasión con la que realiza su oficio de pintar y elaborar manualidades, esa labor que ha realizado desde los 8 años y de la que varias generaciones han podido conocer y aprender, “me gusta dar clase desde niña porque me gusta compartir lo poco que sé con los demás”.

Antes de despertar en la sala de cuidados intensivos, ella soñó que veía al papa Juan Pablo II, “estaba en un cuarto de color blanco… todo era blanco, yo estaba vestida de color blanco y saltando en un colchón y yo le gritaba Juan Pablo, Juan Pablo”, pero él no le oía. 

Con una mirada al cielo, Yohana Soto recuerda cuando su madre le decía que aprendiera a arreglar uñas, que con este oficio podía salir adelante, y que así se las podía maquillar a ella, ya que no contaba con recursos económicos para ir frecuentemente a un salón de belleza. “Inicie con tres esmaltes, les arreglaba las uñas a las compañeras del colegio. Yo empecé fue por mi mamá, porque a mí no me gustaba”.  

Aunque sus primeros años de vida los pasó realizando las labores del campo en la vereda Los Planes y otras cercanas, esto cambió al llegar al pueblo, en donde se empezó a relacionar con varios transportadores que más adelante le dieron trabajo de ayudante hasta que empezó a conducir.

¡Que más mijo!, le grité desde la puerta de mi apartamento a Jaime Ovidio Giraldo que se encontraba a unos cincuenta metros de distancia −donde es su casa en Granada−, ese sábado de relax. Él abrió las manos como queriéndome abrazar a esta distancia, gesticulando algunas frases. Y, después de este peculiar saludo, le seguí gritando: ¡Tomamos tinto. Vamos a filosofar! Quedamos a las diez, pero como no le cumplí, seis minutos luego de lo previsto, me llegó un mensaje de mi amigo: ¿Qué pasó? Dónde está, le contesté por el mismo medio. En LA FAMILIAR, me escribió por último. Ya le caigo, le volví a escribir y guardé mi celular.

Antes de salir los rayos del sol, don Javier ya estaba tomando sus tragos, chocolate con arepa, de esas asadas bajo las rojas brasas en el fogón de leña que es tan común ver en las casas de la zona rural. Luego se dirigía por los verdes cafetales adornados de granos rojizos, listos para ser recolectados; otros días se dedicaba a cultivar plátano o a cuidar las “dos o tres vaquitas” en el potrero.

Carlos Abel Aristizábal López es sinónimo de alegría y buena energía. Al encontrarlo caminando por la calle o tomándose un tinto en ‘Sillas Frías’, La Familiar o donde Adrián, su estado de ánimo es siempre el mismo. Su rostro a todas horas refleja tranquilidad y felicidad, no cambia.

Por: Faiber Salazar 

Twitter: @Soy_Fai

Hola, ¿cómo le está yendo en medio de esta pandemia? ¿Todavía en la casa? No, ya abrieron. Estamos trabajando. ¿Y cómo hacen? Aquí hay unos protocolos.

Uno de los sueños de Javier Alejandro Pineda Salazar (Javiercito), un niño ciclista cuya carrera solo le duró poco más de 36 meses −pues la enfermedad lo hizo retirar a los diez años de vida−, era conocer a su ídolo Nairo Quintana. Este campeón le cumplió ese sueño. Con lo otro que deseaba este niño exciclista, no ocurrió lo mismo, pues el 25 de agosto pasado quedó sepultado, al igual que su cuerpo, en la bóveda 203 del cementerio de Granada, Antioquia, su pueblo natal.

“Así me hizo Dios, contento y enamorado”, se le escucha cantar a todo pulmón para sus oyentes. Y es que Yeison Giraldo, amante de la música de Diomedes, es así como ‘El cacique de la junta’ un hombre enamoradizo, la pregunta es si cuenta con la misma suerte en el amor del roba corazones de la música vallenata.