Por: Jeison A. Giraldo.
Las señoritas que hacen el check in, todas repelentes, nos dijeron: “lo siento, ya se cerró el avión”.
La vida en los aeropuertos sería más fácil si allá trabajaran personas como Sergio Candelillas, o el Gordo de La Familiar, y que a ellos se sume el resto de pilotos de la aerolínea para que juntos griten, así como cuando un bus de Transoriente, Coonorte o Flota Granada van a dejar a algún pasajero y ellos corren por toda La Variante.

El avión todavía estaba ahí, todavía se podía ver. Si en cambio ese avión fuera un bus, lo hubiéramos podido alcanzar. ¡Qué dolor!
Yo no había pegado el ojo en toda la noche, estaba a cargo de la presentación de los artistas que estuvieron ese viernes en las Fiestas del Retorno, incluso no pude terminar de presentar porque la idea era salir a las 03:00am para poder estar con tiempo en la sala y poder embarcar.
Los inquietos se extendieron un poco más en su presentación y me tocó salir a la carrera. Mi corazón latía a mil, todo el camino estuvo presente una taquicardia, y el viaje hasta el aeropuerto fue lo peor, incluso creí que tendría que devolverme.
En mi mente seguía presente el rostro de las dos viejas diciendo: “lo siento, ya se cerró el avión”. Pues claro -pensaba entre mi– como a ellas no las dejo el hijueputa avión, por eso son tan repelentes. ¿Habrá alguien en el mundo que no llegue tarde? Pensaba yo… Si, hay personas que nunca llegan tarde, los pilotos, por ejemplo.

Un avión no se puede ir así como así; y la misa por muchos acólitos que estén esperando para hacer la procesión inicial, por más dobladas de campanas, por más coristas, por más fieles que estén listos para realizar la misa, si el cura no está, no se puede hacer nada.
La noticia repelente la habíamos recibido a las 05:05am y cuando fuimos a buscar otro vuelo nos dijeron que habían, pero para las 10:50am. ¡Hágame el hijueputa favor! Uno bien trasnochado, sin comer nada y los precios de las comidas en esos aeropuertos por las nubes.
Cuando compramos los vuelos para otra hora, después de que nos quedó el avión, yo comencé a caminar en la sala del aeropuerto y me puse a cantar. Entre las muchas canciones que recuerdo están: eso y más de Joan Sebastián, solo importas tú de Franco de Vita, fotografía de Juanes, burbujas de amor de Juan Luis… hasta que llegué a una de Luis Alberto Posada: el precio de tu error; con esa me quedé todo el día, incluso yo era en Cali y de un momento a otro parafraseaba “me dejó el avión que me llevaba hacia el cielo”…
De ahora en adelante el miedo ya no es montar en avión, el miedo será no llegar a tiempo. Y ojalá si me deja, que sea en el aeropuerto de Rionegro, cosa que si no puedo viajar, pues fácil: me devuelvo.