Con el acompañamiento de sus coterráneos y luciendo prendas rojas, el color favorito de Jairo César, María Pureza y Carlos Adán llevaron hasta el cementerio local los restos de su hijo, terminando así con una incertidumbre de casi dos décadas.

En este camino, no solo fue importante la persistencia de doña Pureza y su familia, sino también el acompañamiento de la institucionalidad y en especial la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas -UBPD-, que cumplió con su tarea hasta dar con Jairo César.
En Granada, esta entrega digna se convierte en una esperanza para otras familias que, como Pureza y su esposo, también buscan a sus seres queridos desaparecidos para, al menos, darles una cristiana sepultura.