Vuelve el mercado, vuelve Granada a Medellín

Por: William Forero.

Sonó la alarma y aún se sentía el melodioso ritmo de la llovizna, “Bueno vamos a salirle al asunto”, me dije y me tiré de la cama. Un baño como para despertar y entrar en ritmo; café calientico, sí, del de que producimos en la finca porque debemos consumir lo bueno que producimos. Un desayuno rápido hecho por las manos amorosas de mi esposa que como las mujeres campesinas se levanta de primero y se acuesta de último siempre haciendo, recogiendo, limpiando, ordenando. Verificamos que todo está empacado, rotulado y listo. La caja al hombro y a la calle.

Al salir aún se siente algo de humedad, pero ha cesado la lluvia, más bien parce el rocío mañanero que se pega a la piel. Aligero el paso pues me acuerdo que la escalera se llena pronto. Al llegar al parque veo el transporte y a personas que sostienen el protector de caucho con ventanillas transparentes de plástico que no dejan que el agua ingrese por la parte lateral a la escalera. Me acerco y saludo y las voces que vienen de adentro me hacen esbozar una sonrisa al comprobar que el viaje está en firme. Me meto por debajo y veo la bodega repleta de cajas, bultos, neveras de icopor todo debidamente encarrado y sostenido para evitar percances. Los ayudantes de esas “arcas” rodantes son unos expertos en acomodar carga y gente. “En esa banca caben siete” dijo el ayudante y me localizó en la parte de atrás, me tocó al rincón y yo pensé “acá no me da tanto frío”, consuelo de tontos, el frío se cuela por todo lado.

Llegamos al centro de Medellín y comienza el “desfile de la solidaridad”, hormiguitas llevando su carga de productos, todos se ayudan para que el ejercicio del cargue y descargue sea más cómodo, hay que recordar que muchas de las personas que van al mercado son mujeres, la mayoría a simple ojo. Los puestos dentro del Centro Comercial no son disputados, cada uno llega a uno y simplemente saca sus productos y los pone sobre la mesita que se convierte exhibidor, escaparate, vitrina, soporte. Se inicia el día de ventas. Muchos tienen su clientela que los busca, “que bueno que están adentro del Centro Comercial otra vez” exclaman cuando se encuentran y se saludan como viejos amigos.

El tiempo corre y las mesas se van desocupando. La vitrina de Granada en Medellín va cumpliendo su tarea, se muestra una Granada pujante, trabajadora, solidaria, esperanzada. Muchos cuentan su historia no con ánimo de generar lástima y con ello sacar una ventaja del dolor, eso se queda para quienes han hecho de la historia un elemento meramente economicista; no podemos olvidar porque es parte nuestra y la llevamos pegada a la piel, pero tenemos que dar paso al perdón y a la reconciliación que garantiza la cimentación de la paz.

En un momento de la tarde vimos pasar a un conocido granadino, se trataba de un trovador que se va abriendo camino a pulso o mejor a punta de repentismo, rapidez mental y humor, se trata de “Pichingo”, uno de mis contertulios con solo verlo soltó una risita y me dijo “que carisma la de ese tipo”. “Pichingo” saludó a todos los que habíamos llegado con nuestros productos, lo vi haciendo una especie de comercial pasando con rapidez por los puestos y tomando productos para mostrarlos e invitar a comprarlos. Ya en la tarde nuevamente a la escalera y nuevamente una lloviznita. Nos hicimos en los mismos puestos y partimos a casa. La escalera venía con cajas vacías, con vendedores contentos, con alegría por el deber cumplido.

Me despido de mis compañeros de aventura con la certeza que nuevamente nos encontraremos. Voy con mi cajita al hombro para llegar a mi casa y encontrar a mi familia que me espera con comidita caliente y un cuestionario de preguntas para que les cuente cada detalle de nuestro “Mercado Campesino de Granada con Amor”.

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