Precisamente en este mes del adulto mayor, un homenaje a todos esos seres que alguna vez fueron parte de una familia y que hoy por muchas circunstancias se encuentran abandonados en un asilo.
Por Emerson Vergara, locutor Granada Stereo.
Doña Rosa, por llamarla así, es una mujer que en su juventud lo tuvo todo, gracias a la buena posición económica de sus padres que se preocuparon para que a ella nunca le faltara nada.
Su juventud, como la de cualquiera de su edad, estuvo cargada de emociones desbordantes, que la hacían sentir más viva, pues a su edad era lo que esperaba. Pero como parte de esta etapa de la vida llega el amor.
Jaime, un joven 2 años mayor que ella, fue el encargado de robarle su corazón, se conocieron en la secundaria donde ambos estudiaban, fue amor a primera vista.
Hasta ahí la historia muy normal, pero cambia cuando antes de terminar su bachillerato, Rosa queda embarazada por primera vez, cosa que sus padres por la buena educación que la habrían brindado no toleraron y fue sacada de su casa, Jaime asumió su responsabilidad y se encargó de ambos, vivieron felices en un cuarto pequeño que la mamá de Jaime les había prestado en su casa, hasta que su hijo cumplió los dos años, y Rosa quedó embarazada por segunda vez. A Jaime no le cabía la idea de que sería padre por segunda vez, pues el trabajo de mesero que desempeñaba en un bar del pueblo no le alcanzaría para esta responsabilidad.
Jaime empezó a buscar nuevos rumbos para mantener a su familia, y en ese trasegar de la vida, conoció personas no tan buenas, y no con tan buena reputación, pues estaban en un mundo oscuro cargado de drogas, adicción y hurtos.
Y para no hacer larga la historia, Jaime se hundió en este mundo y perdió su norte con su familia, Rosa para poder llevar pan a sus dos hijos tuvo que vender empanadas en una esquina, hacer arepas en la madrugada y muchas veces sacar la comida de su boca para alimentar a sus dos hijos. De ahí en adelante la vida de Rosa no fue tan fácil, pues el mantener ella sola a su familia cada vez era mas complicado, ya que sus dos hijos crecían y obvio ameritaban más gastos.
En medio de necesidades les dio lo que ella pudo, pero nunca les falto con nada. Estudio, ropa, un techo donde vivir y comida, así crecieron y, con honores, y para orgullo de Rosa, por fin ambos se graduaron.
No tardaron en conseguir trabajo, pero no cerca de Rosa como ella esperaba, ambos emigraron a la ciudad y poco a poco se fueron olvidando de su mamá, primero la visitaban seguido, luego cada 15 días, un mes, tres meses… Su argumento siempre fue el mismo: ¡Es que tengo mucho trabajo!
Ya Rosa, entrada en años, y su cuerpo agotado por tanto trabajo en levantar a dos hijos se fue apagando, y las enfermedades comenzaron a pasarle cuenta de cobro de tanto esfuerzo para levantar a sus dos hijos.
Ambos estuvieron pendientes de su mamá solo por un tiempo, pues cada uno ya tenia una familia nueva, un hogar conformado, pero ninguno quiso hacerse responsable de su mamá, y encontraron en un asilo la mejor opción; pensaron que allí su madre estaría acompañada y bien cuidada, para Rosa no fue una buena opción, pero con sus ojos llorosos la aceptó.
Para ambos hijos la vida estaba solucionada, se pusieron de acuerdo en dar una cuota monetaria por la manutención de su mamá y así fue quedando en el olvido, nunca la volvieron a visitar, mientras que ella más envejecía, añorando una vista de sus hijos, o una llamada, pero el silencio de ambos terminó por apagar su vida, olvidada por todos, incluyendo a sus hijos, por los que había luchado para que fueran alguien en la vida.
Ahora solo me pregunto, ¿cómo una mujer es capaz de criar y levantar a dos hijos, pero dos hijos no son capaces de cuidar a una sola mujer?
Queda a conciencia de cada quien, de nosotros de velar por la salud y el bienestar de nuestros padres o abuelos, de si decidimos que ellos terminen en un asilo o en la calle abandonados por los seres que ellos más amaron.