Por: Jeison A. Giraldo.
Yo soy el de menos, porque no solo los que se están graduando conmigo hoy, sino también los compañeros que dejé volar por factores de indisciplina y pereza han sido testigo del esfuerzo tan duro que tuve para lograr este diploma.
Para los que hicieron lo correcto, pues bien, porque a ellos si les justificó la madrugada en las mañanas lluviosas, pero para mi que no era sino terciarme el bolso lleno de cuadernos sin tareas, no.
Lástima que hoy acaba este tiempo tan hermoso donde mi mayor esfuerzo era lucirme en los descansos delante de las niñas que me gustaban.
Siempre esperé este momento e irónicamente no quería que llegara, por eso fue que aplace mi graduación, por eso fue que perdí tantos años.
Once años, tal vez más.
Gracias a los profesores que me enseñaron caligrafía, porque por ellos aprendí a hacer correctamente los garabaticos que valían como firma realizada por mi mamá cuando mandaban cartas.
Gracias a ellos hoy mi firma es una raya con estilo y no sé como justificar que pasé 11 años, tal vez más en un colegio.
A mi familia que con paciencia me soportó y cada año creyeron en mi.
A mi madre que cuando le dije que yo no quería seguir estudiando porque al final sería solamente un cadáver inteligente, me contestó: “no aspire a llegar a viejo, aspire a aprender una cosa así sea para morir mañana”.
Voy a extrañar los regaños de todos mis profesores.
De ahora en adelante, sí me voy a tener que preocupar para llegar temprano, pero al trabajo. Ya no me puede dar lo mismo si llego tarde o si no llego.