Diego Gómez “El Mocho” y el ejemplo de que no hay límites para logar lo que se quiere

Por: maria Londoño.

En la barra de su bar La Clínica, se devuelve un poco en el tiempo y se detiene en una de las épocas que más recuerdos nos trae, la del colegio, y menciona que su espíritu emprendedor nació allí, “cuando de una u otra manera se me presentaban tantas dificultades, una de ellas era mi brazo, mi discapacidad, donde yo a corta edad sentía que no podía ser alguien en la vida”.   

Es común que en el colegio y hasta en  la universidad  que algunos estudiantes lleven dulces a vender a la institución, “yo sentía la necesidad de hacer algo, no sólo de ir a estudiar sino de tener esa verraquera y empuje de costearme mis propias cosas”, y cuenta que los domingueros que le daban, los ahorraba y con este dinero compraba mecato para vender, “incluso mi papá tenía una fábrica de bolis y me daba un paquetico para que lo vendiera, ese fue mi primer emprendimiento y mis ganas de salir a camellar y salir adelante”.

A su corta edad son varios los oficios que ha desempeñado: conductor de moto carro, recuerda que también trabajo en el bar Otra Parte, conductor de maquinaria pesada, y finalizando la lista, menciona dejando salir una sonrisa, “en el centro bultié, vendí árboles de navidad, he hecho de todo”.

Tal vez muchos de los amigos, de los clientes de “El Mocho” recuerden los inicios del bar La Clínica, en el que el carrito de fritos hacia parte del paisaje “yo comencé a vender papitas fritas acá afuera y comencé a ver que me llegaba mucha gente, y una persona una vez me dijo, Diego usted por qué no monta un barcito, yo le voy a prestar la platica, y comencé con poquitico y el negocio empezó a moverse y a los cuatro meses ya había para pagarle al muchacho que me prestó la plata”.

Otro de sus hobbies y que lo realiza a la perfección es conducir moto, en la que se desplaza a visitar otro de sus amores. Mientras coge unas zanahorias, menciona “me encantan los caballos, vengo les doy bocadillo, panela, les hago melote. Para mí es relajarme, estar con ellos me hace muy feliz”.

El sentido de pertenencia es algo que llevamos arraigado en lo más profundo de las raíces, “para mi Granada lo es todo, yo a Granada la amo, siento que es como esa casita en la que uno siempre quiere estar”.

Sin duda, Diego es de esas personas que se convierten en un espejo, que motivan a seguir adelante, “creo que soy una persona ejemplo de superación porque me he esforzado mucho para salir adelante, para tener lo que quiero y es una invitación a todas esas personas con o sin discapacidad a que se esmeren por las cositas que quieren, que trabajen, es que no es una mano, un pie, es usted, es su forma de pensar, y verá que todo lo pueden lograr”.  

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