Por: Jeison A. Giraldo.
Es decir, el trabajadero se convertía en una familia y era como si él fuera el jefe del hogar. Pero era un papá amigo y alcahueta, las mejores épocas de trabajo las vivimos con él.
“Para que sigamos siendo amigos, usted me va a tener qué decir el nombre” y le dije, padre, dígame Mazamorro.
Le decíamos que era un chamán porque cuando tal vez era su primera semana santa, antes de comenzar el viacrucis el viernes santo, en medio de un “lapo” de agua le decía a la gente que no se fuera para la casa, que se quedaran ahí que él ya veía salir el sol. Y aunque el curita salió con paraguas en mano, el sol si salió casi que en la segunda estación y por eso le decíamos así.
Cuando lo trasladaron para la parroquia San Pio X, en Las Palmas, tuve la oportunidad de ir a la eucaristía de presentación y entonces como la casa de él era la casa de todos… había confianza infinita, era como si esa parroquia fuera de nosotros desde hacia mucho.
Ese día solo conocimos las instalaciones y al mes volvimos. Entonces nos contó que estaba muy contento en la nueva parroquia, que le había tocado bajar al centro de Medellín a conseguir una loza nueva, que la que tenían en esa parroquia era muy pequeña.“A mi me gustan son los platos grandes, como pa hombres”, decía.
Tuve la oportunidad de conocer la familia de él, Dorita y todos los que vivían con él en el 12 de Octubre, “El Picacho”, son los seres más humildes de la vida. Yo les decía que Dios vivía en esa casa, yo sentía los zapatazos de Dios allá y le decía que, había veces, se tomaba el café y se sentaba a ver las criaturas desde ese cielo que era la casa donde vivía el Pollo.
“Mazamorro, deje de ser tan mentiroso hermano”, me decía cuando yo me exageraba en los cuentos, luego me daba un abrazo y me decía al oído, “te estimo más que un cólico a media noche. Pero no le diga a nadie”.
Hincha de Nacional, se ponía triste cuando el verde perdía y decía, “no parce, esos jugadores no”.
El Pollo llegó a Granada a quedarse para siempre en el corazón de sus hijos muy amados. Hoy con tristeza recibo la noticia de la muerte de mi gran amigo, pero eso si… estoy feliz porque todo lo que sentía por él, siempre se lo dije, es decir que el padre José Darío no se fue sin saber que yo lo quería enormemente.